UNAS
NAVIDADES DIFERENTES
Alicia
Vaquero Martín
Era
el último día antes de las vacaciones navideñas, y como todos los días de clase
volvíamos a casa todas mis amigas y yo.
Subimos
en el primer vagón, como de costumbre, cuando todas se bajaron del metro, corrí
hacia el único asiento que estaba libre.
Una vez cómoda me puse los cascos pero, no sé porque, no escuchaba la
música, solo pensaba en los planes que tenía junto con mi familia para estas
vacaciones…., preparar los menús, intentando agradar a todos, como adornar la
mesa, pensar que regalos les haría más ilusión a cada uno de mis primos, cuándo
ir a comprarlos……
Mientras
a mi alrededor pude observar a mucha gente, unos con bolsas de regalos, otros
muy arreglados (posiblemente se dirigirían a reuniones familiares o de
empresa….), jóvenes con gorros de Papa Noel, ….. todos parecían muy felices, se
notaba que las navidades estaban cerca y que alguno disfrutaría de días de
vacaciones.
De
repente, alcé la mirada y entre tanta gente me encontré con uno de los mendigo
que casi todos los días veía durante mi trayecto. Nunca me había parado a leer lo que
decía “por favor, ayúdame con lo que
puedas”. No sé cómo expresarlo pero
algo me hizo leerlo una y otra vez, sin poder retirar la mirada del cartel.
Esto
me dio que pensar y me surgieron varias preguntas ¿tendrá familia? ¿dónde
dormirá? ¿tendrá algo que comer? ¿será feliz? …
La respuesta a cada una de ellas la podía intuir, lo que me dejó un poco
triste y pensativa. Ensimismada en mis
pensamientos casi me paso mi estación, pero me dio tiempo a salir rápidamente,
chocando con una persona que estaba en el anden, ¡Que casualidad! Era Eva, una de mis mejores amigas, a la que
hacía meses que no la veía…. así que
empezamos a hablar de nuestras cosas, sin darnos cuenta de la hora.
Cuando
nos despedimos, parecía que yo había dejado en el olvido esa frase que tanto me
había impactado, pero no fue así a pesar de la larga conversación no se me
había quitado la idea de la cabeza. Subí
rápidamente las escaleras, quería llegar a casa lo antes posible y comentar a
mis amigas mis ideas para ayudar al mendigo.
Ellas
le quitaron importancia, aun sabiendo que en el fondo tenía razón, intentaron
que diera la espalda a la realidad buscando el camino más fácil, conformándonos
como hace la gran mayoría.
A
pesar de su negativa, las propuse hacer algo dentro de nuestras posibilidades
como propósito navideño, aun siendo consciente de que el problema existe
durante todo el año, pero por algo había que empezar…
Mi
propósito inicial fue sonreírle siempre que coincidiera con él en el metro,
intentando alegrarle, de alguna manera su día a día.
La
oportunidad surgió a la semana siguiente, ya que teníamos que hacer un trabajo
grupal en mi casa.
Veníamos
todas en el metro hablando, cuando vi al mendigo, espontáneamente le dediqué
una sonrisa, pero me pareció que no era suficiente así que les propuse hablar
con él, parecía que estábamos conectadas, todas a una aceptamos dirigirnos a él
para intentar ayudarle de alguna manera, así que corrimos por el vagón hasta
alcanzarle.
–Hola! Le dijimos. No te queremos molestar
pero nos gustaría ayudarte.
–Él nos miró, nos dio las gracias, nos dedicó
una gran sonrisa y se marchó.
Ante
esta situación nos quedamos paralizadas, no nos esperábamos esa reacción.. Nuestra sorpresa fue cuando al llegar a
nuestra estación él estaba allí, se dirigió a nosotras y nos contó cómo había
llegado a esta situación y cómo eran ahora sus navidades. Nos pidió que
viviéramos la Navidad con ilusión, sin dejarnos cegar por las luces y los
colores ayudando a aquellos que lo necesiten.
El espíritu navideño había conseguido que nos fijáramos en él, sabiendo leer entre líneas el cartel “ayúdame
con lo que puedas” Nuestra sonrisa era lo que en ese momento podíamos dar y así
lo hicimos.
Sin
duda esta Navidades fueron muy diferentes.
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