UNA NAVIDAD DIFÍCIL
¿No os molesta?...esa sensación de que la gente piensa
en lo enormes que son sus problemas, o en lo que les puede suponer no saber qué
ponerse, que su equipo haya perdido o que no encuentran su prenda de ropa
favorita. Pues he de contaros una historia, sobre una familia, con un nivel
económico no muy bajo y los más importante feliz, una familia feliz.
Vivían su día a día de una manera corriente, los niños
a la escuela y los padres al trabajo. Por ahí también estaban los abuelos, unos
señores tiernos y agradables, la verdad que como cualquier abuelo.
La navidad se acercaba, ya se empezaba a ver el
ambiente, se mandaban aquellas revistas, tan llamativas, llenas de color, preparadas
para ser cogidas por los niños y darles
esa vitalidad de elegir ese regalo, el regalo que tanto esperaban año tras año.
Lía era una de las hijas de aquella familia, con unos
ojos azules que penetraban en cualquier mirada, una melena de color castaño
como el otoño, y una dulzura acompañada de una picardía como veneno de la que
nadie se podía descuidar. Lía tenía 12 años y como una mañana normal se
levantaba para ir al instituto, cuando de repente oía a su padre toser, sin
acercarse al cuarto de sus padres fue a levantar a su hermana Anastasia, alias
Tasi, las dos ya despiertas decidieron ir al cuarto, vieron a su padre tan
pálido como una rosa blanca, tosiendo de una forma horrible. Allí se encontraba
también su madre, la podían ver asustada y nerviosa, llamando por dos teléfonos
a la vez. Al oír las conversaciones pudieron suponer que llamaba a la
ambulancia y a sus abuelos. En un abrir y cerrar de ojos a su padre se le había
llevado una ambulancia acompañado de su madre, y ellas estaban con sus abuelos.
Las niñas preocupadas y asustadas fueron a la escuela,
a la vuelta conocieron la noticia, su padre había enfermado. Le iban a tener
que operar.
Al día siguiente era la operación, por lo que Lía y
Tasi no fueron a la escuela. Tras varias horas de quirófano el hombre había
muerto. En la operación le dieron dos infartos y necesitó cinco reanimaciones
de las que había salido con vida menos de esa quinta. La familia triste y sin
entender por qué a ellos, regresó a casa pero con uno menos.
Pasaron las semanas y ,todavía dolidas por la pérdida
se despertaron, las animó el pensar que la navidad ya se acercaba. Al ir a
buscar a su madre Tasi se dio cuenta de que no estaba, fue a decírselo a su
hermana y ambas asustadas la llamaron, no respondía, lo volvieron a intentar y
nada. Llamaron a los abuelos, y en seguida estaban allí. La madre sumida en la
locura se había ido, se había fugado, dejando a sus hijas allí.
Sin quedarles otra los abuelos tuvieron que quedarse
con las niñas. Todo iba bien hasta que entramos en esta crisis económica
actual. Sin saber cómo el dinero empezó a irse, tal y como se fue su madre. La
navidad cada vez estaba más cerca y ya en un nivel de pobreza bastante alto, el
abuelo ya jubilado tomó una iniciativa, venderá flores de pascua para poder
pagar la luz y el gas.
Al principio nadie le compraba, le veían como un
vagabundo, y creían que el dinero que ganase lo gastaría en drogas y alcohol.
Ese falso rumor fue espolvoreado por el pueblo a base de las malas lenguas, de
boca en boca hasta que todo el mundo lo pensaba. Por la calle era insultado, y
a sus espaldas le ponían verde. Pero nadie pensaba que su historia podía ser
verdad, que a lo mejor sí que tenia esos agujeros económicos y que su vida iba
de mal en peor.
Ya desesperado un día tras hacer su rutina normal y
una vecina se par,ó le compró una flor y luego le pidió que le contase su
historia, también le mencionó que no tenía prisa. Al fin una persona dispuesta
a escuchar y con una respuesta negativa. Él le contó la historia y la mujer
atentamente le escuchó. Días más tarde la gente empezó a comprarle flores y a
decirle que sentían haber dicho esas cosas. Pues resultó que aquella mujer era
una importante periodista.
Cada vez ese 25 de diciembre estaba más cerca, la
familia ganaba algo de dinero pero no lo suficiente por lo que pidieron ayuda a
organizaciones. En una que fueron les dijeron que iban a llamar a los
trabajadores sociales para que se llevasen a las niñas ya que ellos eran
mayores.
Aterrorizados por la posibilidad de separarse se
encerraron en la humilde casa. Hasta que un día una vecina dio a conocer la
historia a una ONG, esta trató de hablar con la familia pero ellos no hacían
más que negarse. No querían separarse de sus nietas. Hablando varias horas
llegaron a la conclusión de que les tenían que ayudar.
Decidieron hacer un mercadillo, la gente traía cosas
que no usaba y se vendían fácilmente. Abundaban los juguetes por lo de que la
navidad estaba a la vuelta de la esquina. Poco a poco con los juguetes, las
flores… se iba sacando algo de dinero. De todas maneras no lo suficiente.
Se les ocurrió pasar el proyecto a otros lugares, y
poco a poco fueron viendo la luz de esa navidad que tanto esperaban, ese calor
del frío que por las noches pasaban y lo más importante esperaban que aquel
problema pasase y esperaban una vida tranquila porque ya no tenían edad para
esos disgustos. Nadie sabe si no pidieron ayuda antes por vergüenza, miedo o
qué pero lo importante era que lo habían conseguido.
Todos juntos fueron capaces de sacar el dinero
suficiente para la luz, el gas y la comida. También pudieron comprar ropa y
algún que otro regalo.
Lo habían conseguido, iban a pasar una navidad
tranquila, pudiendo comer, sin necesidad de velas, a no ser que fueran por algo
feliz y pudiendo tener el apoyo y que se daban unos a los otros.
Lo agradecieron toda la vida. Y esto nos da a conocer que no todas las personas en
este mundo son malas, que alguna que otra hay buena y que la navidad sí que
tiene una magia esa magia en la que la gente no cree pero yo estoy segura que íi
que existe, que está y que siempre ha estado. Ayudándonos en esos sueños de
navidad que todos tenemos, que tuvimos y que obviamente tendremos. JARA
CABAÑAS
Un relato con un mensaje muy a tener en cuenta. Que realidad mas dura pero que bonito lo relatas. Ojala cambie el destino de esa familia.
ResponderEliminarEstamos demasiado acostumbrados a pensar que la gente que pide o no trabaja es porque no quiere trabajar. La pobreza es muy dura y el cuento también lo es.
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